Algunas deudas serán necesarias para pagar la educación de tus hijos o para generar nuevos ingresos
Seguramente, desde que eras pequeño has escuchado con insistencia que las deudas no eran buenas para tu salud financiera y que por lo tanto debías evitarlas. En parte tenían razón; no es muy inteligente que vivas eternamente endeudado con la tarjeta de crédito porque la utilizas para pagar tus gastos de consumo. Muchos padres también decían que solamente había que pedir prestado en momentos muy críticos, porque además de la vergüenza que eso causaba, quizás se tuvieran dificultades para honrar el compromiso de devolver el dinero recibido en las condiciones pactadas.
Es cierto que no todo lo que brilla es oro, pero tampoco todo lo que veas de color negro es carbón. Hay casos en que las deudas se adquieren para algo más noble que comprar el teléfono portátil de última generación, o para irnos un mes de vacaciones a una paradisíaca isla caribeña. A veces necesitarás endeudarte para la educación de tus hijos o para generar ingresos, por ejemplo: cuando compras herramientas y equipos que necesitas para hacer tu trabajo, o cuando te inscribes en un seminario de formación; ese tipo de deudas son necesarias y el hecho de que las adquieras demuestra que estás actuando de manera inteligente. También puedes endeudarte para comprar un bien del que sabes que aumentará su valor con el paso del tiempo. En cada uno estos casos, estarás adquiriendo una deuda buena porque gracias a ella, a la larga podrás mejorar tu situación financiera, tu bienestar y tu calidad de vida. Asume que la deuda buena es aquella que adquieres para comprar bienes que aumentan su valor con el paso del tiempo, o las que te permiten obtener beneficios económicos (inmediatos o futuros). Considera también que una deuda es buena cuando adquieres bienes que te permiten reducir los gastos recurrentes. Como verás, no es lo mismo pedir dinero prestado para el consumo inmediato (que no te reportará ningún beneficio económico) que endeudarte para asegurar la educación de tus hijos, o para hacer una inversión a medio o largo plazo.
De manera general, asume que la deuda mala (la que debes evitar) es la que contraes en función de tus hábitos de consumo. Si necesitas pagar el mercado semanal con tarjeta de crédito y te excedes en el plazo de pago sin intereses, estarás adquiriendo una deuda mala porque: 1) estás gastando lo que no tienes; 2) te estás endeudando para poder vivir, y 3) no solamente tendrás que devolver (tarde o temprano) el dinero que pediste prestado, sino que lo tendrás que hacer pagando los intereses (que no son bajos), con lo que tu probabilidad de ahorro será cada vez menor. Igual ocurre con los pagos con tarjeta de crédito en restaurantes (salvo que lo hagas para convencer a tu cliente y firmar un buen contrato), o los préstamos para equipar tu casa, salir de vacaciones, o para adquirir el vehículo, por citar algunos ejemplos.
Uno de los grandes errores que se cometen es caer en la tentación de comenzar a pagar un bien o servicio 3 o 4 meses después de adquirido e incluso luego de haberlo disfrutado. Imagínate que tengas la posibilidad de irte dos semanas de vacaciones a Tahití, sin pagar absolutamente nada hasta dentro de 3 meses. ¿tu que harías si dispusieras del tiempo para ello? ¿Durante cuántos meses o años verías mermada tu capacidad de ahorro por esas dos semanas de vacaciones?
Otro error muy grave es el de recurrir a una agencia de consolidación de deudas, o solicitar préstamos rápidos en efectivo (que los aprueban en cuestión de minutos). Por lo general, los clientes que acuden a estas empresas son personas que atraviesan una mala situación financiera y sienten un alivio momentáneo al contratar con ellas, sin considerar que no solamente se mantienen las razones de sus problemas financieros, sino que agravan la situación, puesto que ahora la deuda es mayor que la que tenían.
Dos recomendaciones finales: la primera, nunca te dejes seducir por el crédito fácil y la segunda, antes de endeudarte, pregúntate si verdaderamente necesitas lo que vas a adquirir, asegúrate de que vale la pena y de que estás en condiciones de pagar las cuotas mensuales y las anualidades (no creas que Dios proveerá); piensa en lo que debes sacrificar con la deuda que estás adquiriendo y en los posibles beneficios que esa decisión te reportará. Toma la decisión de endeudarte si después de responder estas preguntas, estás convencido de que tu mejor opción es el endeudamiento.
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