Para invertir de manera inteligente no basta contar con la suerte o la intuición; también debes poseer una expectativa razonable de rentabilidad.
Una de las grandes diferencias entre ahorrar e invertir es que al invertir estás comprometiendo parte de tus ahorros con la esperanza (que no es certeza) de ganar algo más de dinero, lo cual está muy bien, pero cada vez que inviertes estarás aceptando un riesgo, algo que no ocurre con el ahorro.
Al invertir arriesgas parte de tu dinero para obtener más dinero. Esta es una de las maneras que tienes para hacer que el dinero trabaje para ti, incluso mientras duermes, estés de vacaciones o cenando con tus amigos; pero invertir es muy distinto que jugar a la ruleta o a cualquier otro juego de casino (donde interviene el azar), por lo que tienes que hacerlo con inteligencia. Para invertir de manera inteligente no basta contar con la suerte o la intuición; también debes poseer una expectativa razonable de rentabilidad, la cual dependerá de la cantidad y calidad de la información que poseas sobre la inversión, y del juicio con el que la interpretes para extraer conclusiones, además del riesgo que estés dispuestos a asumir.
Aun con la incertidumbre y el riesgo que conlleva, la inversión inteligente te permitirá un mayor control de tu dinero y la independencia financiera que siempre has deseado, pero nunca olvides que al invertir estarás utilizando parte de tus ahorros y por lo tanto, estarás comprometiendo tu capacidad financiera.
Invierte siempre de manera inteligente y nunca arriesgues el dinero que necesitas para pagar obligaciones inmediatas o en el corto plazo.
No te conformes con aprender los fundamentos básicos de las inversiones. Esfuérzate por aprender algo nuevo cada día
¿Te has preguntado cuál es la razón por la cual aun no has invertido en el mercado de acciones? Las respuestas pueden ser variopintas: “nunca me ha interesado”, “si no me alcanza el dinero para los gastos mensuales, menos voy a tenerlo para invertir”, “conozco un amigo que invirtió todos sus ahorros y los perdió”, “no me anima la idea de invertir porque las ganancias solamente las podré ver dentro de muchos años”, no confío mi dinero a nadie”, etc. Lo cierto es que la gente no se anima, y si lo hacen, quizás caigan en la tentación de retirar rápidamente el dinero que han invertido porque piensan que acabarán perdiéndolo o que podría ser destinado para algo más útil.
El camino de la inversión puede ser largo y tortuoso, pero a la final habrá valido la pena y el esfuerzo. La “madera” de la que está hecho un inversor solo se puede demostrar luego de unos cuantos años; por eso, para aprender el arte de la inversión debemos comprender la forma de pensar de quienes han perseverado para lograr sus objetivos, y todos ellos se enfocan en el largo plazo e invierten en empresas gestionadas por gente honesta, con modelos de negocio transparentes, comprensibles y por supuesto, con precios atractivos y perspectivas favorables. Los grandes inversionistas de éxito, como Warren Buffet o Peter Lynch, no utilizan grandes formalismos para hacer sus inversiones, ni se ocupan de analizar detallados informes técnicos o macroeconómicos. No te conformes con aprender los fundamentos básicos de las inversiones. Esfuérzate por aprender algo nuevo cada día; ellos ya dominan el arte de la inversión, pero si estás comenzando a dar los primeros pasos, te conviene tomar en cuenta algunos consejos para que te inicies con buen pie y para que tu intención de recorrer el largo camino de la inversión no se quede tan solo en un intento.
Si ya estás convencido de que para tener éxito en las inversiones deberás tomar decisiones de manera inteligente, tendrás entonces que aprender de los mejores, y para ello no necesitas viajar a Tokio o New York para asistir a costosos seminarios; puedes aprender de los mejores, leyendo los libros y artículos escritos por gente de peso en el mundo de las finanzas; valga el caso de Benjamín Graham, autor de un magnífico libro titulado “El inversor inteligente”, en el que se explican los fundamentos de algo muy interesante que se denomina la inversión en valor (Value Investing); en este libro podrás comprender el arte de invertir a largo plazo manteniendo un margen de seguridad. También puedes recurrir a múltiples foros, blogs y redes sociales en las que además de conocer personas con tus mismos intereses, podrás encontrar buenas ideas de inversión.
Pero una cosa es aprender los fundamentos básicos de las inversiones, y otra bastante distinta es dominar el arte de la inversión; ésta requiere mucho más tiempo y un esfuerzo de aprendizaje constante. Combinar teoría y práctica es imprescindible para obtener buenos resultados; por ello, permítete cometer algunos errores; todo error puede y debe convertirse en una experiencia de aprendizaje y como nadie aprende a caminar sin caerse, debes ser constante y desechar la idea de abandonar el camino; recuerda que habrás fracasado desde el mismo instante en el que decides abandonar. Una buena manera de no caer en la tentación de salirte del camino ante las primeras dificultades, es establecer objetivos concretos a muy corto plazo, por ejemplo: analizar semanalmente una empresa que cotiza en el IBEX35 o el Dow Jones. También puedes comprometerte a hacer un seguimiento diario de las fluctuaciones que ocurran en determinado mercado accionario, e intentar luego encontrar las causas que puedan explicar dichas variaciones de precios, si prefieres, puedes establecer como objetivo semanal la lectura de un periódico especializado en economía y finanzas, o recopilar la información bursátil de tu interés para comprender e intercambiar opiniones con otras personas conocedoras del tema.
Alcanzado este punto te habrás dado cuenta de la disciplina que necesitas para mantenerte en el camino de las inversiones. Quizás estés pensando que esto no es para ti, pero ten en cuenta que todo comienzo es un reto que te irá ilusionando cada vez más en la medida que vayas dando los primeros pasos prácticos.
Anímate a invertir y hazlo con sentido común.
Si quieres comenzar a jugar en el mundo del mercado accionario, las «blue chips» pudieran ser una buena opción de inversión
No es de extrañar que una significativa cantidad de inversionistas prefiera operar con las denominadas Blue Chips. Este término, que hace referencia a las fichas azules de los casinos (las que representan mayor valor) es empleado en el mundo bursátil para identificar las acciones de empresas estables, financieramente sólidas, muy consolidadas y con una buena aceptación de sus productos o servicios. Por lo general, las blue chips corresponden a las acciones de entidades financieras mundialmente reconocidas, así como las multinacionales que ocupan posiciones de liderazgo en el sector de la energía y las telecomunicaciones.
Las acciones de este tipo de empresas son muy atractivas para los inversionistas por su confiabilidad, la evolución de su precio se mantiene más o menos uniforme sin responder de forma abrupta a los vaivenes del mercado; además, las blue chips pueden comprarse y venderse cuando se desee y, en ocasiones, el pago de los dividendos (ganancias) se hace de forma regular aunque la empresa no esté atravesando su mejor momento.
Una buena manera de entender las blue chips es considerándolas como los valores estrella del mercado: estables, con una rentabilidad predecible (aunque algo baja) y con escaso riesgo financiero, lo que las hace ideales para los inversionistas conservadores, precavidos y con escasa tolerancia a la incertidumbre y el riesgo.
Como es de esperarse en cualquier inversión, la rentabilidad es proporcional al riesgo; en el caso de la blue chips, la rentabilidad es bastante baja y debido a su alta demanda, estas acciones suelen tener precios más elevados, por lo que no son adecuadas para quienes deseen ganancias rápidas; sin embargo, son una buena manera de comenzar a jugar en el mundo del mercado accionario.
¿Habías pensado alguna vez en ser accionista de un gran Banco? Al adquirir acciones blue chips, no sólo comenzarás a dar tus primeros pasos en el mundo de las inversiones, obteniendo dividendos cada cierto período de tiempo; sin proponértelo, también serás socio y propietario de una pequeña parte de esa empresa; una muy pequeña parte, pero por ahí se empieza.
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